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juanluna

Silencio

  En estos días me estoy dando cuenta del fantástico poder que tiene el silencio. Esa pequeña criatura desasistida a la que algunos añoramos por su ausencia exterior en la vida cotidiana. No obstante, es el silencio interior el que de verdad te transforma y hace que transformes.

  Hace un par de semanas (en plena feria de Abril aquí en Sevilla) marché con dos amigos a Guadalupe, pueblecito extremeño famoso por su monasterio, a pasar cuatro días. Fueron los días previos al puente de Mayo con lo cual el pueblecito, lugareños aparte, estaba practicamente dedicado a nosotros. La avalancha se produciría, según nos dijeron, a partir del jueves tarde y el viernes, fiesta nacional. Con lo cual ibamos gustosamente a contracorriente. Allí disfrutamos de una tranquilidad, familiaridad, y ritmos dificilmente soportables para muchos, imbuido como está el ciudadano medio de la velocidad infernal, exigente, egocéntrica y alienante del sistema en que vivimos.

  El susodicho viernes, ya en Sevilla, asistí a una comida en la feria, rodeado de mujeres. Debo reconocer que aunque la compañía era grata, que desde luego lo fue, el choque que me produjo llegar desde el silencio de la sierra extremeña al jolgorio, la charla continua, las conversaciones pasajeras, el rebujito, la comilona y el cd repetitivo de sevillanas de la caseta, fue considerable. Del silencio natural al ruido ferial en apenas unas horas. Demasiado para mí. No pisé más la feria.

  Me apetecía más el retiro, el recogimiento en mis cosas. Estar conmigo, sólo conmigo. Durante estos días he descubierto lo poderoso que es el callar, pero no el callar obligado, no el callar reprimido, sino el callar sentido. He descubierto como el guardar silencio apetecido hace maravillas. Ante un desparrame de palabras que buscan justificación no hay nada mejor que un silencio de aceptación. De aceptación de quien eres, de donde estás, de las circunstancias en que te mueves. Un silencio activo, comprensivo, amoroso.

  Así, observando desde la no intervención, aprendes de ti, de todo y de todos, y ves más allá de la simple careta. Ves la persona que calla por autorepresión, la que calla por imposición, la que necesita sentirse escuchado y habla sin parar de lo que sea, la que necesita reafirmarse y busca la aprobación de los demás... tantas variantes como personas, como situaciones o como conversaciones.

  Y para terminar, una sevillana decía: "Por lo que ustedes más quieran, guarden silencio por Dios, que es tiempo de primaveraa y están hablando de amor".

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