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juanluna

Hsin Sin Ming: Meditaciones (XXXX-XXXXII)

XXXX

El ignorante se pone trabas a sí mismo

y se encarcela en un grado de consciencia

que defiende con vehemencia,

blandiendo opuestos y dualismos

para sostener sus tesis y antitesis.


El ignorante se implica emocionalmente,

ve diferencias en todas partes

y divide el mundo en función de su particular grado de consciencia.

Se encadena a sí mismo en tal grado

y rechaza aquella parte de la Vida que no considera suya,

pues no agrada a sus juicios, criterios y opiniones.


El ignorante llama bueno y bien a lo que considera adecuado;

y a lo que no, malo y mal.

Denomina amor a sus afectos y predilecciones;

a lo que carece de estos, su amor no llega ni pertenece.


XXXXI

El sabio ve todas las cosas como parte del Uno

y disfruta la Consciencia Perfecta:

no se identifica con grado alguno de consciencia

y es la Consciencia misma, en todos sus grados y en ninguno.


El sabio conoce que la Consciencia Perfecta

no es el grado más elevado de consciencia,

sino ser al unísono y sin fisuras todos los grados posibles.

No se encarcela en un grado del termómetro, por alto que sea,

sino que se sabe la Temperatura.


El sabio actúa y parece que no lo hace,

ya que en es en la no-acción como se produce su acción.

Aparenta estar en quietud, pero es movimiento;

aparenta estar en movimiento, pero es quietud.

Práctica el arte de no hacer nada;

y así es como hace Todo.


El sabio actúa sin emoción,

pero se Conmueve en Compasión,

desbordado de Amor Incondicional.

Lo que es su Ser: Amor


XXXXII

Las cosas no conocen distinciones.

Las valoraciones y opiniones

nacen de nuestro apego;

y éste de nuestro ego, nuestro pequeño yo,

que es sólo una creación mental.


Todas las cosas son iguales en su Esencia,

y en ella se unen con nuestro Yo Verdadero,

creación divina y base de nuestra divinidad.

Aferrarse a unas y abandonar otras es vivir en el engaño.


Si discriminas, te pones en manos del ego

y, por tanto, de los juegos de la mente.

Si unificas, tu vida es impulsada por el Yo Verdadero

y, por tanto, por tu divinidad.

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