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juanluna

Muchas veces

Muchas...muchas veces son las que uno tropieza con una misma piedra hasta que un día deja de tropezar. Mientras tanto la ves, consigues reconocerla como piedra e incluso te ves tú también como parte de ella. Cuando esto ocurre no existe el tropiezo pues eres consciente de que lo que estás viendo eres tú. Sí, tú eres esa piedra. Por tanto, todo se reduce a estar o no en armonía contigo. Lo demás es no admitirte, no admitir lo que para otros puede ser evidente, que no lo es para ti. Esto ocurre porque te han enseñado a vivir la separación, a vivir de un yo falso que se identifica como un algo, una cosa que al ser ese algo, al creer ser ese algo, deja de ser otro algo que en realidad es. En las ocasiones en que esta ilusión de lo que no eres deja de manifestarse controlando tus actos, en esas ocasiones en que tu Ser liberado fluye como el torrente de luz que es en realidad, en esas ocasiones, todo y nada sobra porque eres tan inmensamente tú que eres el Todo y la Nada a la vez.

  Las energías interactúan con el salón de espejos de las relaciones familiares como principal cauce. Cuando se produce un choque es porque estás en la misma vibración del chocazo, compañero. No culpemos al otro de nuestros pretendidos malestares porque no hay otra responsabilidad que la nuestra. El otro (que no es otro sino nuestra propia visión alterada mostrandonos a nosotros mismos) no es la causa, es la consecuencia, pues la causa somos nosotros.Como creadores de nuestra existencia particular las oportunidades que se nos presentan, las oportunidades que convocamos para desatar esos nudos energéticos presentes en nuestro fluir, son infinitas. ¡Qué bonito es darse cuenta de esto! ¡Qué maravilla el reflexionar para poder integrar de corazón lo acontecido! Entonces, no sale más que el agradecimiento.

  Ahora me paro y es cuando me reconozco, pero me reconozco sin palabras, porque estas son demasiado conceptuales para expresar lo auténtico. Me reconozco en los silencios, en la armonía de la música instrumental que suena de fondo, en el olor del sándalo que inunda la habitación, en el anaranjado de la lámpara de sal del Himalaya que está sobre el escritorio, en mis movimientos al teclear y...la alegría me inunda. También en el aire que entra por la ventana, en la mesilla, los libros, los cuadros, las plantas...que me acompañan y forman parte de mi presencia. Enriquece tanto llegar hasta aquí y saber, a ciencia cierta, que esos "nudos" (los que siguen ahí) aprietan cada vez menos. Respiro, respiro la plenitud de sentirme vivo y amar el momento. LLegará un día, hermanos, en que desapareceran los momentos. Todo será un único instante infinito en el que todos los poros de nuestro cuerpo viviran al unísono, fluyendo, amando. Por tanto, no me queda más que dar gracias de nuevo. Gracias Padre.

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