Vacío disperso
En el vacío de la autoconfianza no hay lugar para el desvarío. Es desvanecerse en multitud de formas que sólo muestran el adorno de lo que están describiendo y el origen se pierde en el infinito del pensamiento dispersado. Creemos saber y no sabemos, creemos dar y no ofrecemos, estamos dando vueltas en el olimpo del parecer sin serlo. Parar es comprender, sobran análisis y palabrejas, engaños y subterfugios que no hacen más que llenarte la cabeza. Y ahí, en medio de tu ruido, es donde florece la creencia, el ego inaudito acompañando la gesta. Al final, de lo que eres ,ni rastro queda. Es un concierto virtual de distracciones diversas, apartando la verdad, que en el silencio espera. Entonces, lo que importa es destacar, ser la nota sobre la que descansa una sinfonía ya vieja, hablar, hablar y más hablar,es la mente, que no te deja. Es una música que a todos nos suena, de tanto oirla se nos callaron las orejas. Y aprendimos a no escuchar a un corazón parlante que desde el silencio de tu pecho te llama sin tregua. El ego mientras tanto sigue siendo el director de orquesta, pues te tiene entretenido en la pompa de la apariencia. Hasta que un día, cansado de luchar, te rendirás, y abrirás la puerta. La música celestial llenará cada una de tus células, y bailarás para siempre en la verdad de la vida eterna.
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