El solitario de nadie y nada
Un hombre solitario
vivía acompañado
por seres de otro mundo.
Un mundo deshabitado,
vacío de conceptos,
vacío de esclavos.
Un mundo libre
donde nadie y nada
se daban la mano.
Al no existir existías,
perdido en miles de vidas,
hasta al final encontrarte
donde el corazón latía.
El caminar de este hombre
no decía donde iba
pero todos lo sabían,
sus pasos de silencio
a todos servían de guía.
Allí, hermanados,
todos los seres crecían,
unos y otros venían
para verse en armonía
caminando por la vida.
Eran seres de otros mundos,
ignorantes todavía,
que de no encontrarse a sí mismos
buscando se perdían.
Llegaban al mundo de nada
donde el solitario les recibía,
inundándolos de algo
que ellos ya traían,
una semilla perdida,
de riegos adormecida,
espantada por los ruidos
de una mente marchita.
Caminaban en silencio,
con los pasos de su guía,
descubriéndose a un ritmo
que a todos divertía.
Y cuando se convertían en nadie
y el pequeño yo dormía
volvían a ser lo de siempre
Unidad Divina.
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