La sinfonía del lenguaje
Las letras se pelean pululando por salir. Forman palabras, quieren formar frases, existir. Pero no es un existir cualquiera, lo que buscan al escribir. Buscan la alegría, la armonía, la paz y el sentir. Y ahí siguen, unas tras otras, saliendo y queriendo salir, como lo hacen en la olla las palomitas de maiz. Saltan inquietas, rebeldes, sabiendo que en un ratito serán un texto con un devenir. Querrán decir algo, algo que valga, que resuene, que libere, que dé sentido al vivir. Danzando con la vida, con el lenguaje como matriz. Entre verbos, sustantivos, adjetivos, adverbios, artículos, pronombres, y lo que quieras añadir. Todos se pasean por delante de ti. Con holgura, con esmero, con sapiencia, o quizás sin saber que decir. Son palabras, y al fin y al cabo, el que no dice nada las puede elegir.
Cuando están así reunidas la música del lenguaje tiene que salir. Puede ser sinfónica, barroca, rockera, melancólica, instrumental o coral, operística o subliminal, cantante o ambiental, sencilla o de enredar, vacía o la que te hace rebosar. Toda es valida, cuando la magia está detrás. Es la magia del que siente, del que gusta de jugar, se divierte y comunica, vibrando y haciendo vibrar. Aunque lo que escribe esté más que dicho, y todo está dicho en realidad, la clave es el cómo, el cuando, la manera y el estar. El estar presente de pleno, tu labor es comunicar, y, aunque la nada en tu escribir aparezca, a ti, lo mismo te da, porque aun en los silencios, tú, comunicarás.
Tus palabras están danzando, casi sin pretenderlo lo lograrás, la coreografía de tu lenguaje será mágica, y a todos inundará. Las palabras ya están contentas. En un texto integrado están. Y yo, ¿he dicho algo? Quién sabe, quizás eres tú el que dices y yo... a callar.
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