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juanluna

Prosa poetica

Busqueda encontrada

  Una mañana salí a buscarme, pues no me veía. Rodeado de ciegos, que me miraban sin ver, ni a preguntar me decidía. Anduve perdido en la lejanía de un horizonte que me marcaba un limite que no existía. Quería saber donde mirar para ver algo de lo que la gente decía. Y buscaba y buscaba fuera una señal que me hiciera creer que ese algo que tenía que encontrar no era producto de mi inventiva. Mis ideas, convertidas en ligaduras, trataban de manipular y lo hacían con soltura, entonces yo quería ver lo que otros veían, lo que decían ver y lo que todo iluminado percibía. Mientras, caminaba a la deriva, sin sentido, sin vivir la vida, obsesionado en una proyección de ser, de hacer, de tener, esperando un objetivo que jamás se cumplía. Soñaba con la medalla del reconocimiento a unos logros que la sociedad reconocía, pero eran sueños vanos, superfluos y vacíos de sabiduría. Un día me paré y quise mirar lo que de verdad acontecía. Para ello dejé atras creencias, parafernalias e instrucciones mayoritarias y me fije en mí, en mi mundo y en mi estructura carcelaria. Era una prisión, la mía, vieja, oxidada, carcomida, por experiencias vitales liberada. Y allí en un rincón, estaba la llave de mi alma. La cerradura cedió y abrí la puerta de mi jaula, salí al mundo interior, donde mirar no hacía falta. Allí todo era ver, todo me reflejaba la verdad del no ser nada. En mi hondo vacío me encontré, dejando de buscar lo que tanto añoraba, y amé, tanto amé, que al final , Amor me llamaba.

La sinfonía del lenguaje

  Las letras se pelean pululando por salir. Forman palabras, quieren formar frases, existir. Pero no es un existir cualquiera, lo que buscan al escribir. Buscan la alegría, la armonía, la paz y el sentir. Y ahí siguen, unas tras otras, saliendo y queriendo salir, como lo hacen en la olla las palomitas de maiz. Saltan inquietas, rebeldes, sabiendo que en un ratito serán un texto con un devenir. Querrán decir algo, algo que valga, que resuene, que libere, que dé sentido al vivir. Danzando con la vida, con el lenguaje como matriz. Entre verbos, sustantivos, adjetivos, adverbios, artículos, pronombres, y lo que quieras añadir. Todos se pasean por delante de ti. Con holgura, con esmero, con sapiencia, o quizás sin saber que decir. Son palabras, y al fin y al cabo, el que no dice nada las puede elegir.

  Cuando están así reunidas la música del lenguaje tiene que salir. Puede ser sinfónica, barroca, rockera, melancólica, instrumental o coral, operística o subliminal, cantante o ambiental, sencilla o de enredar, vacía o la que te hace rebosar. Toda es valida, cuando la magia está detrás. Es la magia del que siente, del que gusta de jugar, se divierte y comunica, vibrando y haciendo vibrar. Aunque lo que escribe esté más que dicho, y todo está dicho en realidad, la clave es el cómo, el cuando, la manera y el estar. El estar presente de pleno, tu labor es comunicar, y, aunque la nada en tu escribir aparezca, a ti, lo mismo te da, porque aun en los silencios, tú, comunicarás.

  Tus palabras están danzando, casi sin pretenderlo lo lograrás, la coreografía de tu lenguaje será mágica, y a todos inundará. Las palabras ya están contentas. En un texto integrado están. Y yo, ¿he dicho algo? Quién sabe, quizás eres tú el que dices y yo... a callar.

El vacío del no ser

  Miras una pantalla y crees encontrar en un cristal el amor que es un reflejo de tus ojos. Hasta que te acercas, te acercas lo suficiente como para darte de bruces con él y darte cuenta de que es tu reflejo el que te mira. Te golpeas con él y duele. Tras ese dolor salen miriadas de emociones exclavizadas en ilusiones inexistentes creadas en el artificio de un deseo de cercanía que está lejos. Golpean y golpean, y vuelven a golpear tu pecho hasta hundir en una pena melancólica un corazón maltrecho. El cuerpo se te para, paralizado en el sufrir no ves otra cosa que no sea la inutilidad de un estado estancado en aguas muertas de deseos arrepentidos. Del sol a la luna y en medio... la nada. Te pierdes. Eras sol y ella luna y de repente...el vacío. El vacío de no saberse lleno ni saber con que llenarse. La inconsciencia del olvido de lo que se es a cada instante. Y sangra la herida causada por una flecha que tu permitiste que te apuntara al centro mismo de tu carencia. Allí fue destinada por acontecimientos imprevistos para mostrarte una vez más lo que no eres y que eliges ser sin saberlo. ¡Qué iluso el sentirse ilusionado por ilusiones perdidas antes de ser ilusionadas siquiera! "De ilusiones se vive". "Sin ilusión no se puede vivir". Eso dicen muchos. La sociedad entera lo dice. Pero todo es mentira. Se vive de ilusiones porque no se sabe estar donde se está, se huye del presente porque no gusta la vida y vas a vivir en imaginaciones vidas que no estás viviendo y que no sabes si vivirás. Mientras tanto tu vida pasa desaprovechada al no sentir el toque de tu plena dedicación. Te consumes en el no ser y no te queda energía para descorrer el velo del olvido y ser quien de verdad eres. Pero amigos lectores, por mucho que nos empeñemos en ser lo que no somos, somos.

El lazo

  Hoy hace un año que nuestros caminos formaron un lazo. Un lazo que desde entonces muchos nudos ha pasado. Han sido tantos que lo que eran dos caminos unidos con limpieza de trazo han dejado de ser uno y ya son dos, aunque sigan amarrados. La aventura del querer nos hizo ir rápido saltando obstáculos, o bien no los veíamos o bien...pasábamos de largo. Viajábamos a las profundidades y volvíamos sin haber visto el fondo mas que de paso. Era la cosa tan intensa que el tiempo no existía cuando estábamos hermanados. La energía fluía segura con dos corazones bien conectados. Momentos maravillosos llenaron las estampas de nuestro vivir cotidiano, era todo una burbuja que poco a poco se iba agrandando, como las pompas de jabón que vuelan hasta lo más alto así volábamos nosotros, unidos por nuestro lazo.

  Mi corazón explotaba de alegría por mi sentir enamorado, era verte y el día se iluminaba como un cielo estrellado. Era sentirte al lado y recorrerme una corriente que me dejaba electrizado. Era verme en tus hermosos ojos aterciopelados y sentirme el hombre más afortunado. Era Amor, sé de que hablo, pero vinieron ventiscas. El lazo... se fue aflojando y ahora solo querría volver a apretarlo.

 

La tormenta

Un día vino una tormenta a llevarsela y desde entoces perdí su pista. El tiempo la estaba acosando con vaivenes indescifrables. Los anclajes se debilitaban y los límites se hacían vanos para contener la avalancha. Entonces ella no era ella. No sabía quien era. A veces entre luces deslumbrada y otras entre sombras ocultada. Mientras tanto yo no podía hacer nada. Mi luz, cuando la tenía, era como la de una bombilla sin filamento, inexistente para sus ojos. El interruptor de mis intenciones se mantenía siempre en posición de encendido pero mi luz no le daba luz. Mi luz la ahuyentaba. Eramos como un sintonizador de radio de doble frecuencia, siempre juntos, y a la vez separados, o am o fm pero nunca puede quedarse la cuestión en medio.

  El día de la tormenta yo llevaba paraguas, pero aunque ese día mi seguridad, mi pretendida calma lo hicieron parecer grande, ahora se que era pequeñito, como el paragüita de los cocteles tropicales. Hizo su función. En esos momentos me sirvió para no caer inundado por las lagrimas de un llanto impotente. Ahora luce el sol, hay niebla, nubes...y lo que me echen, pero de la tormenta que se la llevó solo me llegan ecos en la lejanía. El día que regrese mi paraguas se habrá esfumado y querré empaparme en ella hasta salir chorreando.